gente buena
Yo conozco gente buena. Gente incapaz de ninguna maldad. El sergito korn es uno. Yo lo conozco bien. Es bueno. Otra persona buena que conozco, es la mamá de mi amigo alejo, la maría.
Son gente que vos les podés fijar la cabeza a un torno, poner en marcha la perforadora incrustada en la frente y mientras les funcione el lóbulo frontal te van a decir: "te perdono". Creo que son una raza en extinción, ojalá me equivoque.
desdequecombatimos
sábado, 12 de marzo de 2016
miércoles, 11 de marzo de 2015
Septima parte
La democracia
Hubo un fugaz momento, cuando Ortiz todavía veía, que alguna
gente bien pensada pensó que se abría una puerta para recuperar al país de la
verguenza y el horror.
Eso mismo pasó con Alfonsín. Aunque duró más tiempo que
Ortiz, y no se quedó ciego, protagonizó un fugaz momento en que creímos.
No sé que creímos. Que los asesinos iban a ser juzgados, que
los delincuentes económicos iban a ser reprimidos, que el país podía dejar
atrás la verguenza y la muerte, que con la democracia se cura, se educa, se
puede ser decente.
La asunción de Menem vino a librarnos de ésa esperanza.
Fue como el viejito Castillo después de Ortiz.
Es que así como la década infame no terminó con Justo, la
dictadura y sus efectos no terminaron con Alfonsín. Fue más que evidente con el
Menemismo.
En vez de 30.000 desaparecidos habrá habido 30. En vez de
exiliarse porque si no los mataban se exiliaron porque sino se morían. De
hambre, de falta de laburo, de desesperanza, de asco.
En vez de prohibir la cultura lo pusieron a Tinelli.
Los que nos quedamos, añorábamos irnos. Es que cambiaron los
barrotes por un horrible decorado kitsch y no sé si no era peor así.
Los que nos quedamos, nos mirábamos atónitos, inertes,
desarmados. Y nos susurrábamos entre nosotros: ésto no puede ser cierto. Esto
no es posible. Esto no está pasando...
No nos prohibieron el diálogo. Esta vez lo que nos
prohibieron fueron las ganas de hablar. [1]
[1] De los períodos anteriores
resumo, refiriéndome al punto central, el desafío de entablar un diálogo entre
argentinos que nos permita referenciarnos en un modelo de país. Resumo a cuenta
de haber leído historia, y demases. Resumo imaginando en base a Arlt, a Mallea,
por ejemplo, para pensar la década infame. A Echeverría, Alberdi o Sarmiento,
para pensar la época de Rosas, obvio, después de leer a José María Rosa.
De la primera época peronista, también, resumo el discurso
de mi vieja, rabiosa antiperonista a la que, detrás de sus palabras y sus
silencios, podía escuchársele también lo que no podía negar, ni burlar, ni
esconder.
De la dictadura sólo me quedó el horror, una obscuridad y un
abismo que sé bien que es peor que la muerte.
Pero del menemismo ya no resumo cosas leídas sino vividas.
El asco de vivir en un país que uno desprecia.
El asco cotidiano de pasear por la calle y ver a través de
una cualquier ventana abierta a una cualquier familia reunida mirando a Hola
Susana o a Tinelli y desear tener a mano una granada de mano.
Sexta parte
La dictadura
El fugaz retorno de Perón en los ’70 desembocó en el caos.
Otra guerra civil parecía posible, como en el ’20 (del siglo anterior) y la
respuesta preventiva fue la más negra época de nuestra historia.
Se puso al Estado Argentino al servicio del capital
extranjero y sus Fuerzas Armadas a cometer un genocidio inédito.
Los milicos argentinos citan a San Martín para proceder como Mitre.
Los milicos argentinos citan a San Martín para proceder como Mitre.
Pero Mitre, al menos, tuvo el pudor de poner a un general
extranjero cuando mandó al ejército a exterminar las montoneras del interior.
Esta vez, el “proceso” fue manejado por generales
argentinos, y que hasta tuvieron la desverguenza de reinvindicarse patriotas
por cumplir tareas que a los gurkas les hubiera repugnado realizar en la India.
Esta vez ni siquiera fue un diálogo de sordos. Se asesinó,
se expulsó, se calló y se prohibió al pueblo argentino hablar, pensar,
aprender, enseñar.
Perdón por fijarme de nuevo en la música, pero, mal que le
pese a la parábola del elefante, estoy convencido de que cuando diferentes
personas miran una misma cosa, por más ángulos distintos que adopten lo que
describan seguirá siendo la misma cosa.
Se prohibió el cuarteto, se exiliaron Yupanqui y la Mecha , la gente dejó de
escuchar música argentina y los Bee Gees y la disco estupidizaron en inglés la
mente de millones de jóvenes que NS-NC.
Sería injusto olvidarme en éste pasaje el papel que
cumplieron Charly y León. Aunque en el ’73 nadie habría dicho que representaban
“la” cultura argentina, la debacle de la dictadura y la desaparición de toda
alternativa, los hizo ocupar un espacio que fue inconmensurable, al menos si se
lo piensa como alternativa a la insania.
No, no hubo diálogo, no hubo modelo de país. Sólo hubo sangre,
locura y muerte. Y, por supuesto, algunos vivos que se volvieron a llenar de
plata, como en la década infame.
Quinta parte
El peronismo en
el poder
Creo que hasta los últimos subtenientes de las Fuerzas
Armadas en el ´43 creían que estaban restituyendo al pueblo lo que le habían
quitado en el ´30.
Y qué le habían quitado? La dignidad.
Dignidad difícil de reconquistar, porque para los excluídos
del poder, los milicos eran la dictadura, el giro a apoyar a Mussolini y a
Hitler, los trasnochados de la situación internacional, la última hez de la
tierra.
Obvio, los comisarios, los jueces y los diarios eran todos
de la oligarquía.
Como los que marchaban en París cuando fue liberada, acá
también marchaban cantando la Marsellesa. Y ,
ya que estábamos, también festejaban con champán francés los cacerolazos de
aquélla época.
Si el golpe del ´43 no hubiera existido, hubiera subido al
poder (político) un señor llamado Patrón Costas, cuya línea política se podía
resumir en un sólo elemento: el látigo.
Ante tanta orfandad ideológica, un señor, un milico, casi
desconocido en el ´30, casi ignoto en el ´43, desplegó con confianza creciente
un sistema nuevo.
Usó la radio. Como Mussolini, como Hitler, como Lenín.
Pero, si bien hay que analizar a fondo cómo lo hicieron los
antedichos, no hay teoría comunicacional moderna que consiga explicar el
triunfo de Perón.
Hay que aclarar que solamente los ricos tenían por entonces
radio.
Cómo su mensaje pudo atravesar las capas, los intersticios
entre las capas sociales, y llegar a la gente?
Me hace acordar al Martín Fierro, que la gente analfabeta lo
compraba, esperando que alguien en el futuro que llegara al rancho supiera
leer...
Su mensaje caló hondo en la gente porque era un mensaje
distinto. Después de décadas de dominio de la oligarquía, por fin la gente
escuchó a alguien que hablaba como ellos.
Desde entonces hasta hoy, hay divergencias interpretativas.
Para algunos, se cagó el país. Para ésa gente, veníamos
bien, (o sea, éllos estaban ganando bien) y la economía capitalista incipiente
argentina se transformó en un cuasi socialismo que cagó todo.
Es chistoso, pero gente del Tea Party en EEUU o seguidores
de Le Pen en Francia, tienen la misma opinión acerca de Roosevelt o De Gaulle.
Para otros, que se fijan no en sus ganancias, sino en cifras
tales como el crecimiento del PBI, cantidad de hospitales o escuelas, ésa
gilada insignificante que hoy se llama índice de Gini, fue un cambio
importante.
Yo que soy profe de música, no dejo de fijarme en el cambio
cultural.
Fue la época de oro del folklore. Los negritos que venían de
Santiago y de Salta, gracias al sábado y domingo francos, se empezaron a juntar
y reconstituyeron, ellos solitos, sin apoyo de nadie, un patrimonio cultural
que hoy es NUESTRO folklore.
Así como Perón pareció Rosas reencarnado, así reencarnó
nuestra música, nuestra cultura, nuestro élan desaparecido.
Les ENFERMA éso. Le habían quitado el alma a éste país y
éste negrito incomprensible se la restauraba. Le hacía respiración artificial,
la revivía.
Evita fue el acabóse.
Los ingleses lo cagaron mal. Nos cagaron mal.
La estúpida oligarquía, criada al amparo del imperialismo
inglés, era incapaz de pensar la posibilidad de que el imperio inglés caería
alguna vez.
Churchil sí podía.
Así que les vendimos un montón de carne y de trigo, durante
la segunda guerra, que ellos jamás nos pagaron. Las deudas estaban en libras
inglesas, la posguerra inglesa tuvo una inflación parecida a la de Alfonsín, no
cobramos nada.
Y si bien Perón apostó al surgimiento de un capitalismo
argentino, que debería haber surgido, éso no sucedió.
Ojo, aumentó el PBI. Pero no cambió la mentalidad.
Ni siquiera conseguimos diálogo. Mientras lo fue, fue un
diálogo de sordos.
Se han escrito toneladas de textos sobre el fenómeno
peronista. Faltó que bajaran los ovnis y también ellos opinaran. De ahí para
abajo, todos opinaron. En favor y en contra, viendo tal aspecto o negándolo.
Pero detrás de tanta palabrería, insólitamente, no llegó a
haber diálogo. No se pudo consensuar un modelo de país.
Se puede culpar al propio peronismo de tal cosa. Quizás
tenga su parte de culpa. Pero la culpa la tuvimos todos.
A mí particularmente me resulta significativo al respecto un
elemento. Después de la “Libertadora”, cuando se ocupó el Ministerio de Salud,
en el que tan eficiente labor había desarrollado el prócer Ramon Carrillo,
había IBM a tarjeta perforada con la historia clínica de millones de
argentinos. Se las destruyó, las tarjetas y las computadoras.
Como después de Caseros, de ahí en adelante hubo
fusilamientos, palos, proscripciones, persecuciones ideológicas y confusión.
Y otra vez entrega, ésta vez al imperialismo yanqui
naciente, igualito que antes.
Cuarta parte
El
Peronismo
Como no puede entenderse el 25 de Mayo sin las invasiones
inglesas o Túpac Amaru, tampoco puede entenderse el peronismo sin la década
infame.
No es sólo que desde el ´30 al ´43 gobernó nuevamente la
oligarquía. En su discurrir, enredaron al radicalismo y al socialismo.
La crisis, obvio, la pagaron los pobres.
Es el grado absoluto de decadencia moral lo que espanta
cuando uno mira ésa época.
Quizás, para los que lo miran desde el siglo XXI, la época
de Menem fue parecida. Pero aún con toda la infinita corrupción del menemismo,
aún con toda su perfidia, su desfachatez, no consiguió igualarla.
Estamos hablando de un país con familias de pro. Con
valores. Los gringos habían sido asimilados, mal que mal, y los cabecitas
negras empezaban a llegar de a pocos a la capital.
Había una incipiente industria, que fabricaba mal lo que no
llegaba de Europa, y acá la gente tira en el patio un puñado de maíces y tiene
para comer. La crisis económica fue dura, pero no imposible.
De hecho, ésa incipiente industrialización que ni siquiera
consiguió una mirada atenta del radicalismo en la primera guerra, que comenzó
con tallercitos de cinco o seis empleados en los bordes de la civilización, en La Boca , Barracas, Balvanera, se
afianzó rotundamente durante el proceso infame y, aunque la oligarquía ni
siquiera llegó a enterarse, le dieron de comer a mucha gente.
Lo que espanta es la absoluta desverguenza. La pérdida de
todos los valores.
Marx describe en la época Napoleónica (después de la
restauración) un proceso similar en Francia. Y para quienes prefieran la novela
a la política, ahí está Balzac.
Pero para quienes sacaban la cabeza por arriba del mar de
hombros agachados, y miraban el país, era un país inviable.
Ojo, se ha repetido hasta el hartazgo la “potencia”
argentina que el peronismo destruyó. Es una infame mentira de los poderosos de
aquélla época.
Es cierto que había muchos coches, todos traídos de Europa o
EEUU.
El país, vista la pobreza e indigencia mundial, estaba
relativamente a salvo de los grandes cataclismos, y ostentaba un PBI, una
riqueza, una educación similares a otros países que luego nos pasaron por
encima. Estábamos relativamente cerca de Australia, o Canadá.
De hecho, los firmantes argentinos del pacto Roca-Runciman,
aspiraban a que Inglaterra los cobijara y transformara a éste país en una de
las joyas de la corona inglesa.
Y lo decían sin ninguna verguenza.
Pero no solamente al imperio inglés en caída libre le
hubiera resultado imposible. Nosotros éramos el problema.
Habíamos perdido el alma.
Habíamos dejado de ser un país, para transformarnos en un
amontonamiento de gente. Gente sin esperanza, sin fe, sin futuro, sin ideales.
Gente que miraba pasar a los poderosos en auto y no se les ocurría ni siquiera
tirarles una piedra. Habíamos vuelto a ser como los indios cuando miraban pasar
a los españoles.
Cambalache nos retrata. Antiguo reloj de cobre nos retrata.
Berni.
Más allá de los negociados de la ítalo, del asesinato en el
Senado, hasta los cadetes de la escuela militar estaban siendo chantajeados por
un grupo de homosexuales. ¡Horror! ¡Verguenza! ¡Calamidad!
Entonces llegó Perón.
Y Evita.
La re-colonización
Matar a todos los gauchos y a todos los indios, y de paso
disciplinar a los pulperos, a los pequeños comerciantes, a la pequeña clase
media, dejar el terreno abierto al capital inglés, alambrar y criar cepas de
ganado inglés y escocés, Sarmiento volviendo de la guerra civil yanqui
anunciando que era buen negocio sembrar trigo, o sea...
Aceptar el territorio como una factoría, despoblarlo de la
lacra argentina: poblarlo con inmigración, ponerlo a producir para el mercado
inglés.
El proyecto, pergueñado en England, tenía una pequeña
fallita...
Los sobrevivientes, los adaptados, los que luego fueron
llamados la oligarquía argentina, tenían, en el fondo, los mismo defectos que
los asesinados.
El estanciero argentino se dedicó a dejar la estancia en
manos del administrador, más o menos gaucho pero siempre ladrón (algo que el
gaucho nunca fue) y se fue a París a disfrutar de los patacones en putas y
champán.
Weber encuentra su tesis. La oligarquía argentina carece en
absoluto de los valores protestantes. Ahorrar? Reinvertir? Progresar?
Es curioso, pero la famosa teoría del “derrame” neoliberal
encontraría su refutación en la práctica de las élites periféricas formadas al
compás de la práctica del imperialismo inglés. No derramaron en su pueblo,
derramaron su champán y su semen, y sus ganancias, en París.
Formaron una élite igual a la hindú. Así les fue...
Quebraron con Juárez Célman. Se volvieron a endeudar,
entraron en crisis.
Todo el mundo se rebeló. Los inmigrados se quejaron. Los
habían traído para participar de la fiesta, y la fiesta se había terminado,
ellos tenían que limpiar las sobras.
El radicalismo parece pueblo. Pero no lo fue.
Representó a los inmigrados, a sus quejas. Pero no fue
pueblo argentino, y, justo en la medida en que consiguió serlo, es que dejó de
ser radicalismo.
Desde 1890 y su crisis, hasta 1916, en que asumió Yrigoyen,
se puede notar la increíble pesadez y lentitud de reacción de la oligarquía,
que, dueña de todos los resortes del poder, pero viviendo en París, no pudo
administrar ni siquiera su retirada.
Igual, desde la retaguardia, no dejaron de gobernar. Sin el
poder político, lo mismo impidieron cualquier cambio. Los jueces, los
comisarios, los curas, no le permitieron al Peludo cambiar nada. La reforma del
´18 por lo menos intentó cambiar los apellidos de los profes de la Universidad. (que no
es poco).
Más bueno que el pan y la gimnasia, más honesto que
Belgrano, más bienintencionado que San Francisco de Asís, le tocó gobernar en
medio de un torbellino (la primera guerra, la revolución rusa) y administrar
genocidios como la
Patagonia Rebelde o la Semana Trágica.
La oligarquía, sin el poder político pero manteniendo aún
los demás poderes, se negó a dialogar con él. Lo hizo con Alvear, y, cuando el
Peludo reasumió, lo destituyó amparándose en las medidas de urgencia que la Patria (ellos) necesitaba
debido a la crisis del ´30.
El 6 de Septiembre del ´30 se cerró así otro capítulo de la
historia argentina en que pareció que el diálogo era posible, por un fugaz
momento.
Seguíamos sin poder hablar.
Segunda parte
El país decente
Ahí terminó bruscamente la posibilidad de hacer un país. Podremos
desde entonces llamarnos colonia, semi-colonia, factoría, pero no país.
Habiendo terminado con Rosas, la “inteligencia” dominante
pudo disciplinar (genocidio mediante, el proyecto de la guerra civil) el
territorio argentino, a Bolivia y a Paraguay.
El genocido implica la pérdida de una posibilidad. La del
diálogo.
Se acabó el respeto, la idiosincracia, los derechos. Se
impuso la ley del rémington.
Se acabó la industria argentina de capitales argentinos.
Terminó el comercio entre argentinos. Como los aborígenes a la llegada de
Colón, volvimos a cambiar por espejitos todas nuestras riquezas.
Nos transformamos en sujetos re-colonizados.
Para poder entender ésto, primero hay que entender un
elemento importante. Durante el primer desarrollo económico español, el que
siguió a la ocupación del territorio, el lugar privilegiado de ése asentamiento
fue el que ocupaba el antiguo imperio inca.
Los asentamientos al sur del mismo, el de Chile, el de
Tucumán, y hasta el puerto de Buenos Aires, eran la periferia. El virreynato
del Perú miraba a Lima.
La economía y el desarrollo social del futuro virreynato de la Plata , se limitaban a
asistir económicamente al gran polo económico del sur: Potosí.
Mientras, construía una fuerza de despliegue rápido que
pudiera obstaculizar (hasta que llegara el ejército desde Lima) una invasión
portuguesa hasta Bolivia.[1]
En ésos términos, ciudades como Mendoza o Tucumán tenían, en
1810, mayor desarrollo económico y social que el puerto de Buenos Aires.
La increíble estupidez borbónica, y las absurdas
limitaciones que imponía[2],
además de la odiosa casta racial española venida a menos en la Metrópoli que venía a
“hacer la América ”,
consiguieron una unánime opinión a favor de la liberación del yugo español.
No es entendible la resistencia de los pueblos a la
revolución de Mayo si se olvida el odioso papel que los porteños cumplieron en
traicionar el levantamiento de Túpac Amaru.
La perduración en el tiempo de la revolución de Mayo, a
pesar de la gran desconfianza popular acerca de la misma, se debe también a la
estupidez borbónica. A quién iban a convencer, cómo iban a sobrevivir ésos
porteños aislados al fin del mundo?
Y jamás podrían plantearse hacer tambalear a Lima.
Sin el genio militar de San Martín, seguiríamos siendo
colonia española al día de hoy...
No se entiende la porfía de Paraguay en hacer su propia
revolución y no unirse a Buenos Aires si se olvida ésto. Cuando Buenos Aires
era un pueblito con dos casas, Asunción era una metrópoli.
El Restaurador de las Leyes vino a dar aire a la revolución
de Mayo. Apareció un porteño que ¡por fin! entendía que una viejita en un telar
en Catamarca, que tardaba seis meses para hacer un poncho, no podía competir
con las camisas inglesas, que se hacían en diez minutos y costaban dos mangos.
Por cosas así ha quedado en la historia como enfrentado a la
civilización y la cultura. Baste recordar que uno de sus crímenes... fue haber
“mancillado” la histórica Plaza de Mayo permitiendo a los negros hacer sus
candombes en ella.
Ese diálogo, ése entendimiento, ése breve paréntesis de paz,
de reaparición de la civilización y la cordura que el restaurador permitió, dio
al pueblo argentino la ilusión de que la convivencia entre argentinos era
posible.
Esa ilusión fue enterrada definitivamente en Caseros.
Después de Caseros, otra visión se impuso, originada en el
ahora predominante imperio inglés.
Ellos tenían barcos, y producción capitalista. Para qué
podría servirles un continente que miraba hacia adentro? Necesitaban un puerto,
y Buenos Aires se los dió.
Tucumán, Paraguay, Bolivia... fueron destruídos. Sus
sociedades exterminadas, sus pensamientos acallados, su élan desaparecido.
La “restauración” de la civilización porteña desde Mitre en
adelante significó la desaparición de la cultura argentina, suplantada por un
extranjerismo impensable, por su monstruosidad.
Una “civilización” y una “cultura” cuyos máximos exponentes
son los que la niegan, tanto en Byron como en Wilde.
Es un chiste, pero Sarmiento, que admiraba tanto la cultura
europea, y festejaba a Sara Bernhardt, y hubiera admirado a Wagner si éste no
hubiera despreciado tanto a los representantes de culturas primitivas como él
mismo, no pudo apreciar en el Martín Fierro uno de los mayores aportes a la
cultura universal del romanticismo, como no solamente según Borges, sino en
todos los libros de historia de la cultura hoy aparecen uno al lado del otro.
Y es precisamente en el Martín Fierro donde se suspende la
historia argentina, a la que se declara detenida:
“Y
dejo rodar la bola,
Que
algún día se ha de parar...
Tiene
el gaucho que aguantar
Hasta
que lo trague el hoyo,
O
hasta que venga algún criollo
En esta tierra a mandar.”
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