Cuarta parte
El
Peronismo
Como no puede entenderse el 25 de Mayo sin las invasiones
inglesas o Túpac Amaru, tampoco puede entenderse el peronismo sin la década
infame.
No es sólo que desde el ´30 al ´43 gobernó nuevamente la
oligarquía. En su discurrir, enredaron al radicalismo y al socialismo.
La crisis, obvio, la pagaron los pobres.
Es el grado absoluto de decadencia moral lo que espanta
cuando uno mira ésa época.
Quizás, para los que lo miran desde el siglo XXI, la época
de Menem fue parecida. Pero aún con toda la infinita corrupción del menemismo,
aún con toda su perfidia, su desfachatez, no consiguió igualarla.
Estamos hablando de un país con familias de pro. Con
valores. Los gringos habían sido asimilados, mal que mal, y los cabecitas
negras empezaban a llegar de a pocos a la capital.
Había una incipiente industria, que fabricaba mal lo que no
llegaba de Europa, y acá la gente tira en el patio un puñado de maíces y tiene
para comer. La crisis económica fue dura, pero no imposible.
De hecho, ésa incipiente industrialización que ni siquiera
consiguió una mirada atenta del radicalismo en la primera guerra, que comenzó
con tallercitos de cinco o seis empleados en los bordes de la civilización, en La Boca , Barracas, Balvanera, se
afianzó rotundamente durante el proceso infame y, aunque la oligarquía ni
siquiera llegó a enterarse, le dieron de comer a mucha gente.
Lo que espanta es la absoluta desverguenza. La pérdida de
todos los valores.
Marx describe en la época Napoleónica (después de la
restauración) un proceso similar en Francia. Y para quienes prefieran la novela
a la política, ahí está Balzac.
Pero para quienes sacaban la cabeza por arriba del mar de
hombros agachados, y miraban el país, era un país inviable.
Ojo, se ha repetido hasta el hartazgo la “potencia”
argentina que el peronismo destruyó. Es una infame mentira de los poderosos de
aquélla época.
Es cierto que había muchos coches, todos traídos de Europa o
EEUU.
El país, vista la pobreza e indigencia mundial, estaba
relativamente a salvo de los grandes cataclismos, y ostentaba un PBI, una
riqueza, una educación similares a otros países que luego nos pasaron por
encima. Estábamos relativamente cerca de Australia, o Canadá.
De hecho, los firmantes argentinos del pacto Roca-Runciman,
aspiraban a que Inglaterra los cobijara y transformara a éste país en una de
las joyas de la corona inglesa.
Y lo decían sin ninguna verguenza.
Pero no solamente al imperio inglés en caída libre le
hubiera resultado imposible. Nosotros éramos el problema.
Habíamos perdido el alma.
Habíamos dejado de ser un país, para transformarnos en un
amontonamiento de gente. Gente sin esperanza, sin fe, sin futuro, sin ideales.
Gente que miraba pasar a los poderosos en auto y no se les ocurría ni siquiera
tirarles una piedra. Habíamos vuelto a ser como los indios cuando miraban pasar
a los españoles.
Cambalache nos retrata. Antiguo reloj de cobre nos retrata.
Berni.
Más allá de los negociados de la ítalo, del asesinato en el
Senado, hasta los cadetes de la escuela militar estaban siendo chantajeados por
un grupo de homosexuales. ¡Horror! ¡Verguenza! ¡Calamidad!
Entonces llegó Perón.
Y Evita.
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