Septima parte
La democracia
Hubo un fugaz momento, cuando Ortiz todavía veía, que alguna
gente bien pensada pensó que se abría una puerta para recuperar al país de la
verguenza y el horror.
Eso mismo pasó con Alfonsín. Aunque duró más tiempo que
Ortiz, y no se quedó ciego, protagonizó un fugaz momento en que creímos.
No sé que creímos. Que los asesinos iban a ser juzgados, que
los delincuentes económicos iban a ser reprimidos, que el país podía dejar
atrás la verguenza y la muerte, que con la democracia se cura, se educa, se
puede ser decente.
La asunción de Menem vino a librarnos de ésa esperanza.
Fue como el viejito Castillo después de Ortiz.
Es que así como la década infame no terminó con Justo, la
dictadura y sus efectos no terminaron con Alfonsín. Fue más que evidente con el
Menemismo.
En vez de 30.000 desaparecidos habrá habido 30. En vez de
exiliarse porque si no los mataban se exiliaron porque sino se morían. De
hambre, de falta de laburo, de desesperanza, de asco.
En vez de prohibir la cultura lo pusieron a Tinelli.
Los que nos quedamos, añorábamos irnos. Es que cambiaron los
barrotes por un horrible decorado kitsch y no sé si no era peor así.
Los que nos quedamos, nos mirábamos atónitos, inertes,
desarmados. Y nos susurrábamos entre nosotros: ésto no puede ser cierto. Esto
no es posible. Esto no está pasando...
No nos prohibieron el diálogo. Esta vez lo que nos
prohibieron fueron las ganas de hablar. [1]
[1] De los períodos anteriores
resumo, refiriéndome al punto central, el desafío de entablar un diálogo entre
argentinos que nos permita referenciarnos en un modelo de país. Resumo a cuenta
de haber leído historia, y demases. Resumo imaginando en base a Arlt, a Mallea,
por ejemplo, para pensar la década infame. A Echeverría, Alberdi o Sarmiento,
para pensar la época de Rosas, obvio, después de leer a José María Rosa.
De la primera época peronista, también, resumo el discurso
de mi vieja, rabiosa antiperonista a la que, detrás de sus palabras y sus
silencios, podía escuchársele también lo que no podía negar, ni burlar, ni
esconder.
De la dictadura sólo me quedó el horror, una obscuridad y un
abismo que sé bien que es peor que la muerte.
Pero del menemismo ya no resumo cosas leídas sino vividas.
El asco de vivir en un país que uno desprecia.
El asco cotidiano de pasear por la calle y ver a través de
una cualquier ventana abierta a una cualquier familia reunida mirando a Hola
Susana o a Tinelli y desear tener a mano una granada de mano.
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